jueves, 2 de mayo de 2024

 

CARTA ABIERTA A LOS PRESIDENTES LATINOAMERICANOS

 

Excelentísimos señores presidentes:

 Luiz Inacio Lula da Silva - Brasil

Gustavo Petro - Colombia

Gabriel Boric - Chile

Andrés Manuel López Obrador - México

Luis Arce - Bolivia

Xiomara Castro - Honduras

Bernardo Arévalo - Guatemala

 

Su Despacho. -

Señor Presidente. Reciba ante todo nuestro cordial y respetuoso saludo. Quienes suscribimos la presente comunicación integramos la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución (PCDC), constituida desde 2014 e integrada mayoritariamente por intelectuales y activistas sociales preocupados por la deriva autoritaria y anticonstitucional que ha tomado el gobierno de Nicolás Maduro en la última década.

Mediante numerosas declaraciones[1] y más de 75 artículos publicados en los medios desde 2015, hemos fijado posición, hecho propuestas y también cuestionado diversas medidas asumidas por el gobierno que constituyen abierta violación a las normas democráticas de nuestra vigente Constitución Nacional; medidas que han ido restringiendo, inexorablemente, el campo político para el accionar democrático de los sectores de oposición en Venezuela (tanto de la derecha, del centro y de la izquierda), impidiendo incluso el elemental desarrollo de protestas ciudadanas, movilizaciones populares y otros eventos cívicos y pacíficos que tenían como propósito denunciar y reclamar el asombroso nivel de pobreza alcanzado en estos diez años, los descarados hechos de corrupción, la inseguridad y en general el quebranto sustancial de los derechos humanos fundamentales, todo lo cual ha provocado la migración forzada de más de 7 millones de venezolanos.

Los avances en la vida democrática y las medidas que permitieron un salto progresivo en la legislación laboral que nos dejó el gobierno del presidente Hugo Chávez, han sido vulnerados sistemáticamente por el gobierno de Maduro desde su inicio, hecho justificado luego con el pretexto de las medidas coercitivas unilaterales (MCU) que los gobiernos de Estados Unidos y la Europa Occidental aplicaron y continúan aplicando como presión para producir cambios políticos en el país. Rechazamos estas injerencistas MCU en su momento y en numerosas oportunidades[2], considerando que las mismas han empeorado las condiciones de vida de las grandes mayorías y de significativas minorías nacionales, sin que, para nada, hayan afectado a la élite gobernante. En todo momento, la PCDC ha reivindicado que la solución a la crisis venezolana debe producirse sin injerencias externas y hemos valorado positivamente el acompañamiento de los países hermanos de Nuestra América, y más allá de la región, en la medida en que contribuyan a fortalecer los mecanismos democráticos, pacíficos y constitucionales, que son los que pueden permitir que Venezuela salga adelante en la búsqueda de la reinstitucionalización democrática del país.

Como es sabido, en Venezuela está prevista la realización de elecciones presidenciales para el próximo 28 de julio. En este proceso electoral, el gobierno de Nicolás Maduro, cuyo poder ejecutivo demuestra tener influencia decisiva en el resto de poderes públicos del país, incluyendo el poder electoral, el poder judicial y el poder legislativo, ha venido tomando una serie de medidas que entraban la participación electoral democrática de los principales grupos de oposición y otras disidencias, siendo las más resaltantes:

  • ·         Inhabilitación de candidatos electorales de la oposición, incluyendo varios que ya habían sido anunciados por sus respectivas organizaciones políticas.
  • ·         Intervención judicial, por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), a varios de los partidos políticos de oposición, cuya representación legal y las tarjetas destinadas a la votación, le fue entregada a personajes cercanos al mismo gobierno de Maduro. Esta situación ha significado que algunos de estos partidos, que han inscrito sus respectivos candidatos presidenciales, actúen como marionetas políticas en el escenario venezolano de acuerdo a las instrucciones que reciben del partido gobernante PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela).
  • ·         Destacamos las medidas de intervención judicial contra partidos de izquierda que decidieron hacer oposición a Nicolás Maduro. Es el caso del Partido Comunista de Venezuela (PCV), el partido Patria Para Todos (PPT) y el partido Tupamaros, cuyas directivas legítimas perdieron su legalidad, a pesar de que esas directivas fueron elegidas democráticamente en los congresos internos de cada partido. Ahora, existen dos representaciones de cada uno de esos partidos, la representación legítima y verdadera, que se mantiene en oposición pero que no se les permitió inscribir su candidato presidencial (que era el periodista de larga trayectoria Manuel Isidro Molina), y la representación usurpadora que tienen la “legalidad” y aparecen respaldando la candidatura de Maduro.
  • ·         También destacamos la actuación que ha ejercido el CNE para no legalizar otros partidos de izquierda que hacen oposición a Maduro, como Marea Socialista, y la ilegalización del partido Redes, liderada por el conocido dirigente chavista Juan Barreto, que ahora hace oposición a Maduro. De manera general, el gobierno, a través del CNE y del TSJ, ha impedido en los últimos años, y sigue impidiendo, que existan partidos de izquierda inscritos legalmente y con capacidad de participar en las diferentes elecciones nacionales, regionales y locales
  • ·         En el desarrollo del actual proceso electoral, los lapsos establecidos para inscribir candidatos, y para modificar los apoyos de los diferentes partidos legalizados, vienen siendo modificados arbitrariamente por el mismo CNE. El sábado pasado, 20 de abril, el mismo CNE “se otorgó” una extraña prórroga de 72 horas, al momento de vencer el lapso para modificar los respaldos de cada partido a los candidatos inscritos, prórroga cuyas razones radican en que el mismo gobierno de Maduro no sabía cuál medida tomar ante el acuerdo unánime de todos los partidos de la PUD en apoyar al candidato Edmundo González Urrutia, sustituto de María Corina Machado. Afortunadamente, y muchos comentaristas han dicho que gracias a las declaraciones realizadas por el presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva, el mismo martes 23 en que se vencía el plazo para modificar respaldos candidaturales, ni el CNE ni el TSJ se atrevieron a tomar decisiones que ilegalizaran al candidato opositor González Urrutia.
  • ·         El CNE ejecutó una labor obstaculizadora para el buen desempeño del lapso abierto entre marzo y abril para la inscripción de nuevos votantes, y para la modificación del centro de votación por cambio de residencia. Estos procesos se realizaron exclusivamente en las capitales de los Estados del país, lo que impidió que los nuevos votantes y los cambios de residencia de los ciudadanos que viven en los centenares de municipios y parroquias de Venezuela, pudieran efectuarse. Iguales trabas se presentaron para la inscripción de votantes en el extranjero, siendo apenas cantidades mínimas, los ciudadanos residenciados en el exterior que pudieron inscribir sus datos en el CNE.
  • ·         El gobierno también recurre constantemente a la inhabilitación, por parte de la Contraloría General, de dirigentes políticos opositores, como ocurrió recientemente con dos alcaldes en ejercicio y tres ex-diputados. Junto a esto, también se viene produciendo la detención y judicialización de dirigentes políticos, líderes sindicales, periodistas y defensores de derechos humanos, acusados de estar implicados en presuntas conspiraciones que buscan derrocar al gobierno y asesinar al presidente de la República, aunque dichas acusaciones se basen en “delaciones” de algunas personas que “confiesan” autoinculpándose, pero sin tener el derecho a la defensa, y permanecen incomunicados de sus familiares y abogados privados. Tanto las inhabilitaciones, como la política represiva que genera terror entre los activistas opositores, son medidas que se contraponen totalmente a las garantías democráticas que deberían respetarse para el normal desarrollo del proceso electoral presidencial.

  • Aunque el gobierno sufra un revés electoral, dada la opacidad y la falta de autonomía de los poderes del Estado, puede terminar imponiéndose el candidato oficial por seis años más. Nos preocupa, que, en este contexto, avanzaría el gobierno en la aprobación de leyes, tales como la Ley Antifascista, entre otras, que asfixian aún más las libertades democráticas. Por ello, nos inscribimos en la tarea de comunicar lo que ocurre al pueblo venezolano y también nos dirigimos a Ud., como líder y protagonista de la región, porque requerimos su gesto solidario, traducido en la observancia y con presencia hermanada en el contexto electoral y postelectoral del 28 de julio de 2024. Sabremos apreciar el acompañamiento, para que se respete la Constitución Nacional, así como los múltiples protocolos internacionales suscritos por la nación, que exigen aplicar la ley, rectificar, enmendar y reparar a fondo la actuación gubernamental contra su población civil en cualquier país, en tiempos de paz y democracia.

Apreciado señor presidente, nuestra Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución le tiene un gran respeto por su destacada y larga trayectoria política en su país, en la cual ha defendido y representado los valores democráticos más fundamentales. Son conocidas en Venezuela, sus reiteradas declaraciones públicas demostrando preocupación ante el agravamiento de la crisis política y económica en este nuestro país, y su rechazo a las MCU aplicadas a Venezuela por EEUU y la UE, por ser violatorias del derecho internacional y de la autodeterminación del pueblo venezolano. Agradecemos las mismas, pues vienen cumpliendo un efecto muy positivo al valorar, en todo momento, el respeto al orden legal constitucional, y la preservación de los mecanismos que garanticen la participación electoral de todos los sectores políticos democráticos, de modo que seamos los propios venezolanos los que determinemos nuestro destino sin ningún tipo de injerencia externa.

El presidente Hugo Chávez impulsó con mucha fuerza la unidad de Nuestra América, reviviendo las propuestas de Francisco de Miranda y de Simón Bolívar de constituir organizaciones de integración continental que nos permitieran enfrentar en mejores condiciones el complejo sistema global, que hoy está amenazado por el riesgo inminente y el desarrollo lamentable de guerras en distintos puntos del globo terráqueo. Sabemos de su compromiso con estas ideas integracionistas nuestroamericanas, y entendemos que su preocupación por Venezuela nace de la importancia que nuestro país ha tenido en la historia continental, junto a su país, y al resto de naciones hermanas, en la tarea por constituir y consolidar esas instituciones integradoras que permitan que los latinoamericanos actuemos ante el resto del mundo como una sola nación.

El buen desarrollo del actual proceso electoral presidencial venezolano, que debe culminar el próximo 28 de julio de 2024, estará garantizado con el acompañamiento de otras naciones de Nuestra América, como Brasil, Colombia, Chile, México, Honduras, Guatemala y Bolivia. Le exhortamos a continuar este acompañamiento a nuestro proceso electoral, entendiendo que la confluencia de las fuerzas democráticas latinoamericanas permitirá, en el futuro cercano, el fortalecimiento de las posiciones de autonomía e independencia política y económica que se necesitan para la superación de las actuales amenazas que se ciernen contra nuestros pueblos, contra nuestras democracias, y contra los valores patriotas que han guiado a nuestras naciones durante doscientos años.

 

Caracas, 01 de mayo de 2024

Por la PLATAFORMA CIUDADANA EN DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN

Gustavo Márquez Marín

Héctor Navarro

Edgardo Lander

Ingeniero. Exministro del presidente Chávez

Ingeniero. Profesor universitario. Ex-ministro del presidente Hugo Chávez

 

 

Sociólogo. Profesor universitario

 

 

 

 

 

Roberto López

Oly Millán

Santiago Arconada

Historiador. Profesor universitario

Economista. Profesora universitaria. Exministra del presidente Hugo Chávez

Activista comunitario

 

 

 

 

Juan García

Ana Viloria

Luis Mogollón

Activista Comunitario

Trabajadora Social y Activista Comunitario

Activista Comunitario

 

 

 

 

 

sábado, 30 de marzo de 2024

 

MÉTANSE SUS OPINIONES POR DONDE LES QUEPAN

Roberto López Sánchez

Sorprende el refinado lenguaje diplomático con el cual el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Jorge Rodríguez, ha respondido ante las críticas formuladas por los presidentes de Brasil, Lula Da Silva, y de Colombia, Gustavo Petro (https://www.swissinfo.ch/spa/brasil-y-colombia-expresan-%22preocupaci%c3%b3n%22-por-restricciones-electorales-en-venezuela/74379575), contra las irregularidades presentadas durante el proceso de inscripción de candidatos a las elecciones presidenciales previstas para el 28 de julio del presente año (https://talcualdigital.com/jorge-rodriguez-responde-a-petro-y-a-lula-metanse-sus-opiniones-por-donde-les-quepan/).

Ténganse en cuenta que Brasil y Colombia son nuestros países vecinos en el subcontinente latinoamericano (además de Guyana). Ténganse en cuenta también que los presidentes de ambos países, Lula Da Silva y Gustavo Petro, representan a fuerzas de izquierda, acosadas por la ultraderecha pitiyanki en sus respectivos países, y que han venido cumpliendo en los últimos años el papel de aliados políticos del gobierno madurista, también acosado por el bloqueo imperial de USA y sus aliados.

Esta fuerte y muy grosera contestación de Jorge Rodríguez trasciende todo el protocolo de las relaciones diplomáticas entre países, y más aún entre países aliados, y se coloca al nivel de pelea entre malandros en barrio marginal. En la práctica, implica una ruptura de relaciones, por lo menos informal, y levanta muchas dudas sobre el dislocado rumbo que parece seguir el madurismo en sus relaciones internacionales y su política interna.

Decirle a Lula y a Petro que se metan sus críticas por el trasero, equivale a un insulto que sólo se justifica entre Estados que se encuentran en guerra, o que se consideren enemigos a muerte. Si el gobierno de Nicolás Maduro insulta de esa forma a los principales gobernantes que hasta este momento constituían sus principales y seguros aliados en el continente, es demostración que los límites de una moral ciudadana, de principios de amistad y solidaridad internacional entre países hermanos, fueron derribados completamente, y que el madurismo está transitando por una etapa de descomposición total.

El gobierno de Maduro dio pie a las observaciones cada vez más críticas de estos países hermanos, cuando nuestro canciller Gil redactó una “respuesta” contra las declaraciones de Brasil, dando a entender que atribuía esas declaraciones a funcionarios subalternos de la cancillería brasileña, de las cuales el presidente Lula estaría en desconocimiento. Esa declaración de Iván Gil, en la cual deja al presidente Lula como un imbécil, al decir que sus funcionarios de la cancillería formulan declaraciones públicas sin su consentimiento, es evidente que originó que fuera el propio Lula el que saliera a realizar las críticas contra las irregularidades en el proceso electoral venezolano.

Igual ocurrió con Petro. Maduro, de manera no tan indirecta, lo llamó “izquierda cobarde”, luego de la declaración del canciller colombiano, a lo que respondió inmediatamente el propio presidente Petro, argumentando que el objetivo de Chávez era abrir un proceso de transformación democrático, y dejando tácitamente el mensaje de que el proceso que conduce Maduro no tiene nada de democrático.

Nicolás Maduro, en un abrir y cerrar de ojos, amplió el campo de su combate anti imperialista, incluyendo a los gobiernos de izquierda de Brasil y de Colombia entre las naciones que son dirigidas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el cual sería el que les “dictó” las críticas contra el gobierno venezolano.

La conducta del madurismo gobernante pudiera estar ingresando en niveles de locura preocupante. Generalmente, las diferencias entre países aliados se canalizan por mecanismos bilaterales, en privado, no de manera pública. Pero Maduro y su élite gobernante resulta que están respondiendo como pelea de borrachos en feria pueblerina.

Lo más preocupante de todo esto es la sensación que nos deja a todos los ciudadanos venezolanos. Si Maduro y su gobierno son capaces de responder y tratar así a dos presidentes “amigos”, presidentes que son respetados por su defensa de las libertades democráticas en sus respectivos países, y que sin duda tienen un lugar ganado en las luchas latinoamericanas por transformar los sistemas políticos históricamente subordinados al capital global, en un momento en que son muy pocos los amigos que tiene el madurismo en el contexto internacional, ¿qué trato podemos esperar los venezolanos, que no tenemos espacios políticos, ni jurídicos, ni sociales, para ejercer una defensa de nuestros más elementales derechos constitucionales?

La conclusión que toda Venezuela saca de estas declaraciones contra Lula y Petro, y que probablemente también saca toda la población latinoamericana que respalda los necesarios y urgentes procesos de transformación social en el continente, es que el Estado venezolano está en manos de unos incapaces, que utilizan un lenguaje de delincuentes, y que ejercen su poder en el país violando flagrantemente la vigente constitución y leyes. Que es precisamente lo que cuestionaron Lula y Petro, que el no haber permitido la inscripción de la candidata de la Plataforma Unitaria no tuvo ningún tipo de razón jurídica, que no existían contra ella ningún tipo de observación legal, y que eso constituía un acto de fuerza que rompe el orden constitucional vigente, como efectivamente lo es.

En un análisis prospectivo, si así ha comenzado este proceso electoral presidencial, la disputa internacional recrudecerá considerablemente en las próximas semanas y meses. Porque la voluntad del madurismo de “ganar las elecciones por las buenas o por las malas” (https://www.dw.com/es/vamos-a-ganar-por-las-buenas-o-por-las-malas-amenaza-maduro/a-68170506), los conduce directamente a nuevas violaciones del ordenamiento legal electoral. Ya es bastante preocupante que el madurismo se atribuya, sin ninguna prueba de ello, que Maduro recibió 4,5 millones de votos (Maduro lo aumentó ahora a 5 millones de votos de militantes del PSUV) en las elecciones internas del partido de gobierno, cuando toda Venezuela sabe con certeza que el gobierno no cuenta ni con dos millones de personas que lo respalden, lo que hace pensar que el conteo de votos en las elecciones del 28 de julio no se realizará de una manera supervisada y controlada por los observadores internacionales, y que cualquier cifra inventada podrá salir de ese resultado (como los 10 y tantos millones de votos que se inventaron en el referéndum sobre el Esequibo).

No obstante, nuestra disposición, y la de todo el pueblo, debe seguir siendo la de salir a votar por el candidato que unifique y garantice la derrota electoral de este régimen que se parece más a una dictadura que a una democracia. Si violentan los resultados de las elecciones, el madurismo correrá con las consecuencias políticas de eso, tanto a nivel nacional como internacional. Que no seamos nosotros quienes le facilitemos al madurismo su continuidad en el poder. La abstención no es ninguna opción. Hay que votar para sacar a Maduro, pacífica, democrática, electoral y constitucionalmente.

 

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 30 de marzo de 2024.

 

 

miércoles, 14 de febrero de 2024

 

MARX, EL PODER DEL PUEBLO, Y LA CENTRALIZACION LENINISTA

Roberto López Sánchez

A partir de la idea de varios camaradas de iniciar un debate sobre un programa para la transformación social, voy a enumerar algunas reflexiones. 

 

Yo estuve 11 años en el partido Bandera Roja. Entre 1977 y 1988. Incluyendo unos meses en el Frente Américo Silva y seis años en la clandestinidad. Al renunciar a BR en enero de 1988, y salir de la clandestinidad, tuve acceso a literatura marxista que nunca antes había podido conocer, debido a las limitaciones propias de la clandestinidad[1]

 

Uno de los aspectos centrales en los cuales concluí, fue en lo que Marx llamó "reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil", como base programática principal del cambio socialista[2].

 

Eso implica que la esfera de la política, que en la sociedad burguesa está monopolizada por los políticos profesionales (partidos políticos burgueses), se democratiza para que toda la ciudadanía participe cotidianamente en las decisiones políticas de la sociedad.

 

Marx identificó esa reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil, con la Comuna de París. Donde ya no había políticos profesionales sino delegados de las comunidades obreras, revocables en todo momento, sujetos al mandato de sus electores y obligados a rendir cuentas públicamente de su cargo de representación[3]

 

Este concepto de Marx sobre la sociedad socialista es completamente antagónico con el concepto de partido que años después teorizó Lenin, en el cual se consagra el papel de los políticos profesionales ("revolucionarios profesionales"), en sustitución del poder de los obreros en comunas, consejos, soviets[4]

 

Rosa Luxemburgo criticó con fuerza ese modelo leninista de partido, criticó la "profesionalización" de los dirigentes obreros, y defendió que la lucha obrera debía ser discutida y decidida por los mismos obreros al calor de las huelgas, no por los "revolucionarios profesionales" de Lenin encerrados en un cuarto al margen de la realidad en las fábricas[5]

 

Marx ya había cuestionado ese principio burgués de representación que utilizó Lenin en su teoría del partido, cuando criticó a Berstein que planteaba que los obreros no tenían capacidad para ser diputados en el parlamento por su trabajo y su escasa formación intelectual, y que la representación parlamentaria del partido debían ser los intelectuales con "formación teórica" y que no tuvieran que trabajar en las fábricas. Marx destrozó ese argumento de Berstein, recordando uno de las premisas de la 1ra Internacional, la liberación de la clase obrera será obra de la propia clase obrera, la cual nunca debe delegar su poder en intelectuales de la clase burguesa[6].

 

La liberación de la clase obrera sería obra de la propia clase obrera. Así nació la primera Asociación Internacional de Trabajadores, en 1864. Esa premisa constituyente del marxismo fue dejada de lado posteriormente por los revolucionarios bolcheviques, siendo sustituida por la propuesta leninista de construir un partido de revolucionarios profesionales, que en su mayoría provenían de clases medias y altas de la población, y que estaba destinado a dirigir tanto la lucha por alcanzar el poder político como el proceso posterior de construcción de una sociedad socialista.

 

Esta cuestión considero ha sido la causa de todos los fracasos de los intentos socialistas del siglo XX y lo que va del XXI. El modelo leninista despojó a la clase obrera, y al pueblo en general, del poder de decisión sobre la revolución, antes y después de la toma del poder, y lo enajenó en los "partidos de vanguardia", que terminaron en elites corrompidas que se aburguesaron y acabaron con todo el programa socialista original.

 

De esa premisa ha partido mi actuación política en los últimos 36 años. Mi participación en el Proyecto Nuestra América (Desobediencia Popular), con quienes compartía esta reflexión crítica sobre el marxismo, presenció, desde fines de los 80, el surgimiento de los movimientos sociales como protagonistas de la lucha de clases en Latinoamérica y en todo el mundo. La ampliación de la lucha de clases en América Latina a partir de la década de los ochenta, fortaleció a la democracia participativa o democracia de la calle como el paradigma político-organizativo enarbolado por los movimientos sociales, que enfrentaban en toda Latinoamérica los paquetes económicos neoliberales impuestos por el Fondo Monetario Internacional.

En agosto de 1988, unos meses antes del estallido social del Caracazo, el colectivo venezolano “Desobediencia Popular” postulaba la Democracia de la Calle como “la necesidad de gestar un hombre, una clase, un pueblo, verdaderamente participativo y crítico…que pugna por ejercitar a los sectores populares en el papel de protagonistas fundamentales de la hora actual y de los tiempos subsiguientes, no como respuesta a la crisis política vigente, sino más bien como superación del orden que alimenta y estimula la misma” (Cuadernos para el Debate, 1988: 74).

 

Al cuestionar la llamada “partidocracia” (hegemonía de los partidos políticos) los nuevos movimientos sociales postularon la democracia de la calle (Carlos Lanz Rodríguez: Propuesta de Nueva Cultura Política. Para una crítica de la partidocracia, 1998). Sometiendo a la crítica las concepciones tradicionales de la izquierda, donde predominaban postulados burocrático-paternalistas vinculados a la división social del trabajo (separación de las tareas intelectuales y manuales, contradicción teoría-práctica, divorcio sujeto-objeto, etc.), se confrontaba con el monopolio y la jerarquía del saber propio de las vanguardias autoproclamadas, con conceptos como “el partido educa a las masas”, con el verticalismo, las órdenes inapelables, el control de la opinión, la distorsión comunicativa, la centralización en lo organizativo.

 

Los movimientos sociales enarbolaron una Nueva Cultura Política, centrada en el combate a la enajenación de los activistas, realizando propuestas que evitaran la concentración del poder de decisión en pocas manos. Al reivindicar que “todos somos políticos”, los movimientos sociales criticaron a la partidización y el estatismo que sustituían el interés general por el interés particular, que confundía partidismo con política y despolitizaba a la sociedad civil. Estos movimientos sociales apuntaron a redefinir la política con nuevas estrategias participativas, que impidiera que los asuntos públicos siguieran estando en manos de burócratas y cogollos partidistas que monopolizaban el poder. Buscaban convertir a la política en una práctica digna y pertinente para la comunidad organizada.

 

Esa democracia de la calle reivindicó la herencia histórica de la democracia obrera: elección directa de todos los cargos; rendición de cuenta; revocatoria del mandato. Y las nuevas demandas de una política antiburocrática: rotación de los cargos; someter a consulta (referéndum) los temas fundamentales de la acción ejecutiva; delegación funcional del mandato; libre juego de las ideas; democracia deliberativa amplia; democracia del saber. Con base en estos principios de organización se buscaba el control sobre la delegación del poder y salvaguardar la soberanía política del pueblo (Lanz Rodríguez, 1998).

 

Algunos de estos principios de la democracia de la calle, como el referéndum popular, la revocatoria del mandato y la rotación en los cargos, fueron recogidos en artículos de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela aprobada en 1999 (artículos 70 al 74, 95). Pero las formas de representación política asumidas por las nuevas constituciones surgidas de los procesos constituyentes en Venezuela, Ecuador y Bolivia continuaron mediadas por los partidos políticos, dándole continuidad en este aspecto a la vieja representatividad partidista de las democracias liberales occidentales.

 

La democracia participativa, implica la desaparición de la "política" como una esfera para la actuación de especialistas (desaparición de los políticos profesionales), lo que Marx llamó la "reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil"; lo cual involucra regresar la política a los ciudadanos, incluye el convertir a la política en asunto de toda la sociedad, una sociedad politizada y no sólo de "especialistas". A partir del concepto muy conocido de que toda especialización puede esconder un mecanismo de dominación. Esto no se opone a la existencia de partidos (pueden existir múltiples partidos como expresión de las múltiples propuestas ideológicas sobre la sociedad), sino a que los partidos ejerzan la "representación" de la sociedad, mediante la profesionalización de la política. La democracia participativa implica que un carpintero, con 30 años trabajando como carpintero, pueda ser electo como diputado, como alcalde, como presidente, sin ser "político profesional", y que después de haber ejercido esa "representación" (diputado, alcalde, presidente), pueda regresar tranquilamente a seguir trabajando como carpintero.

 

La democracia participativa y protagónica constituyó un programa revolucionario distanciado completamente del modelo leninista-estalinista predominante en la izquierda mundial, que parte de considerar la "necesidad" de un partido de vanguardia, para "dirigir" un proceso de transformación social. La democracia de la calle se concibe como la acción organizada de los ciudadanos para asumir el poder político como "vanguardia colectiva", sin jefes autoproclamados y sin dirigentes eternos.

 

En Venezuela hubo una enconada lucha social que desarrolló el pueblo durante unos quince años, que culminó con el proceso constituyente convocado por el presidente Chávez en 1999 y que permitió la aprobación del marco legal constitucional que hoy defendemos, y que, lamentablemente, ha quedado como letra muerta por la acción de facto del gobierno de Maduro.

 

Como bien dijo en 1990 mi amigo Roland Denis:

 

"En el 27 de febrero hubo un aprendizaje colectivo, que se hizo espontáneamente, que se hizo sin la conducción de nadie, que le probó a todos los malditos que siempre le han querido ponerle jefes a la gente, que es posible que la gente aprenda por sí misma, y que más que jefes lo que la gente necesita son grandes orientadores, grandes maestros que no solamente enseñen, sino aprendan…". 

Roland Denis. Dirigente de Desobediencia Popular y editor de la Revista Cuadernos para el Debate. Documental "Venezuela 27 de febrero, de la concertación al desconcierto". 1990.

 

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 12 de febrero de 2024

 



[1] Al renunciar a BR en 1988, me integré en 1989 al Proyecto Nuestra América (conocido como Desobediencia Popular, y luego como Movimiento 13 de abril en la época de Chávez). Allí estuve unos 20 años.

 

[2] Sólo cuando el hombre individual real reabsorba en sí al ciudadano abstracto, y como hombre individual, en su vida empírica, en su trabajo individual, en sus relaciones individuales, se haya convertido en ser genérico; sólo cuando el hombre haya reconocido y organizado sus fuerzas propias como fuerzas sociales, y por ello no separe ya de sí la fuerza social bajo la figura de la fuerza política, sólo entonces se completa la emancipación humana” (Marx: Sobre la Cuestión Judía).

 

[3]La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento” (Marx: La Guerra Civil en Francia).

 

[4] Vladimir Ilich Uliánov, mejor conocido por Lenin, su pseudónimo de la clandestinidad, defendía que la conciencia socialista era introducida en el proletariado por la intelectualidad burguesa (concepción que expuso en su famosa obra “¿Qué Hacer?”, publicada en 1902):

Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta solo podía ser traída desde fuera. La historia de todos los países atestigua que por sus solas fuerzas la clase obrera no puede llegar más que a la conciencia tradeunionista, es decir, a la convicción de que hay que unirse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno tales leyes necesarias a los obreros, etc. En cuanto a la doctrina socialista, ha nacido de teorías filosóficas, históricas, económicas, elaboradas por los representantes cultivados de las clases pudientes, por los intelectuales. Los mismos fundadores del socialismo científico contemporáneo, Marx y Engels, son por su situación social intelectuales burgueses. También en Rusia la doctrina socialdemócrata surgió absolutamente independiente del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, como el resultado natural del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas” (Lenin, ¿Qué Hacer?).

Para justificar esa opinión, Lenin se apoyó en Carlos Kaustky:

“Pero el socialismo y la lucha de clases surgen juntos, aunque de premisas diferentes; no se derivan el uno del otro. La conciencia socialista moderna solo puede surgir de profundos conocimientos científicos ... Pero el portador de la ciencia no es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa ... De modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha surgido dentro de ella espontáneamente” (Lenin, ¿Qué Hacer?).

A partir de esta tesis kautskyana, Lenin desarrolló su concepción de “partido de vanguardia”, integrado por “revolucionarios profesionales”, predestinado a dirigir a los obreros y al pueblo en general durante el proceso revolucionario.

[5] Rosa Luxemburgo cuestionó las tesis “vanguardistas” de Lenin (Luxemburgo: Problemas de organización de la socialdemocracia rusa), en dos aspectos claves: la centralización de las decisiones y los revolucionarios profesionales. A la vez defendió el carácter relativamente espontáneo de las masivas oleadas de huelgas obreras en las coyunturas de crisis, justificando esa espontaneidad como parte necesaria del proceso de educación política que las masas obreras, deben atravesar en su lucha por avanzar hacia una revolución social: “las revoluciones no se enseñan ni se aprenden en ninguna escuela” (Luxemburgo: Huelga de masas, partido y sindicatos).

“El establecimiento de la centralización en la Socialdemocracia sobre estos dos principios –sobre la ciega subordinación de todas las organizaciones de partido hasta los más mínimos detalles de su actividad a un poder central que piensa, crea y decide por todos, así como la drástica separación del núcleo organizado del partido del medio revolucionario que le rodea- tal como lo defiende Lenin, nos parece, por consiguiente, una trasposición mecánica de los principios de organización del movimiento blanquista de los círculos de conspiradores al movimiento socialdemócrata de las masas obreras … pero en realidad la socialdemocracia no está “ligada” a la organización de la clase obrera, sino que ella misma es el propio movimiento de la clase obrera”.

“…el elemento espontáneo juega un papel tan predominante en las huelgas de masas … no porque el proletariado esté ‘insuficientemente educado’, sino porque las revoluciones no se enseñan ni se aprenden en ninguna escuela”.

 

[6] En 1879 se escenificó un debate internacional entre Carlos Marx y Federico Engels, por una parte, con la dirección del Partido Socialdemócrata Alemán (PSDA), acerca del papel del “partido de vanguardia” en la lucha política desarrollada por los trabajadores.

Los dirigentes del PSDA (entre ellos Eduard Bernstein) sostenían que era deseable y necesario que las credenciales para representar al partido en el Reichstag (parlamento alemán) fueran entregadas “a personas que tengan tiempo y posibilidades de estudiar a fondo los problemas. Los simples obreros y los pequeños artesanos … sólo muy excepcionalmente pueden disponer del ocio necesario

Marx y Engels, en carta de septiembre de 1879 dirigida a Augusto Bebel, expusieron su concepción sobre el papel de los trabajadores en la lucha por alcanzar el socialismo.

Durante cerca de cuarenta años hemos venido destacando la lucha de clases como fuerza directamente propulsora de la historia, y particularmente la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado como la gran palanca de la revolución social moderna … La emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos. No podemos, por consiguiente, marchar con unos hombres que declaran abiertamente que los obreros son demasiado incultos para emanciparse ellos mismos, por lo que tienen que ser liberados desde arriba, por los filántropos de la gran burguesía y de la pequeña burguesía” (Marx-Engels, De la carta circular a A. Bebel y otros).

Marx nunca propuso un partido único, de “vanguardia”. Para Marx, el concepto de partido comunista se refería a todas las tendencias obreras que luchaban por emanciparse del capitalismo (comprobable con una revisión de sus textos fundamentales). En carta a Freiligrath, decía que “bajo el vocablo partido entiendo el gran sentido histórico”, es decir, la causa del conjunto del proletariado y no de una fracción particular de la clase (Ivon Bourdet, Teoría y Práctica de la Autogestión)).

Desde 1848, en el “Manifiesto del Partido Comunista”, Marx dejó claro que “el movimiento proletario es un movimiento independiente de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría” y que “los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. No tienen intereses distintos de aquellos del proletariado en conjunto” (Marx-Engels, Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores).

En 1866 Marx estableció que “la obra de la Asociación Internacional es la de generalizar y unificar los movimientos espontáneos de la clase obrera, pero no de prescribirles o imponerles un sistema doctrinario, cualquiera que sea” (Marx, Instrucción sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central Provisional). En 1868, afirmó que la Internacional “no es hija de una secta ni de una teoría, ella es el producto espontáneo del movimiento proletario”. En 1871, luego de la Comuna de París, afirmó que “la Internacional no es el gobierno de la clase obrera, es un lazo, no es el poder”. A lo largo de su obra, Marx defendió a una clase trabajadora que se auto-dirigiera, que conservara su autonomía de clase, y no se subordinara a una vanguardia de intelectuales iluminados.